La verdad incómoda que casi nadie se atreve a decir
En los últimos años, se ha vuelto cada vez más común escuchar que muchas personas jóvenes no desean tener hijos. Las razones que suelen circular en medios de comunicación o en conversaciones cotidianas apuntan a una mayor libertad personal, al deseo de viajar o al interés por desarrollarse profesionalmente sin interrupciones. Sin embargo, detrás de ese discurso aparentemente moderno y emancipador, se esconde una realidad más dura, silenciosa y profundamente estructural: hay una generación que no es que no quiera tener hijos, sino que simplemente no puede permitírselo.
El relato de la libre elección: ¿una verdad incompleta?
La narrativa oficial
Durante décadas, el relato de la modernidad ha presentado la decisión de no tener hijos como un signo de autonomía personal. En este contexto, posponer la maternidad o paternidad —o incluso descartarla— se percibe como una elección legítima y liberadora. Las personas jóvenes de hoy tienen acceso a más información, más oportunidades educativas, más movilidad laboral y más herramientas tecnológicas que generaciones anteriores. En teoría, eso debería traducirse en una mayor capacidad para decidir si tener hijos o no.
Sin embargo, en la práctica, muchas de esas decisiones no están motivadas únicamente por la libertad, sino por la precariedad.
Lo que no se dice
Cada día, desde el ámbito profesional y jurídico, especialmente en los casos relacionados con insolvencias personales y sobreendeudamiento, es fácil ver una realidad que no siempre llega a los titulares: la imposibilidad material de formar una familia. La decisión de no tener hijos está, en muchos casos, condicionada por una economía personal y familiar completamente asfixiante. A menudo, las personas no lo expresan abiertamente, pero basta con mirar los números: sueldos bajos, alquileres desproporcionados, inflación, empleos temporales, jornadas eternas y una sensación permanente de inestabilidad.
No se trata de falta de vocación por la maternidad o paternidad, sino de falta de condiciones objetivas para asumir esa responsabilidad.
La trampa de la precariedad: cuando no se llega a fin de mes
El coste real de tener hijos
Tener un hijo no es solo una cuestión emocional o simbólica. Implica una inversión de tiempo, energía y, por supuesto, dinero. Estudios recientes estiman que el coste de criar un hijo hasta la mayoría de edad puede superar fácilmente los 100.000 euros. Entre alimentación, educación, salud, ropa, ocio y vivienda, la carga económica es considerable. Para muchas familias, incluso con dos ingresos, el equilibrio ya es difícil. Para quienes sobreviven con un salario mínimo o contratos temporales, simplemente es impensable.
Y aun así, en el discurso social, se sigue sugiriendo que no tener hijos es una moda o una tendencia. Esa idea ignora que, muchas veces, es un sacrificio obligado por el contexto.
Sueldos bajos, alquileres altos
Uno de los mayores obstáculos es la vivienda. En ciudades como Madrid o Barcelona, el precio medio del alquiler supera el 40 % del salario neto mensual de muchos jóvenes. A eso hay que sumarle transporte, comida, suministros básicos y, en muchos casos, deudas adquiridas durante años de formación o desempleo. ¿En qué momento se podría sumar el coste de un hijo a esa ecuación?
Incluso los jóvenes con estudios universitarios y formación de posgrado están atrapados en este esquema. Tener una carrera ya no garantiza estabilidad ni futuro. Lo que antes era una plataforma de despegue, ahora es apenas una herramienta para competir en un mercado laboral saturado, mal remunerado y extremadamente exigente.
Deudas, ansiedad y decisiones postergadas
La normalización del sobreendeudamiento
Otro factor que influye profundamente en la decisión de no tener hijos es el sobreendeudamiento. En mi experiencia diaria como abogado especializado en la Ley de la Segunda Oportunidad, veo con frecuencia a personas jóvenes atrapadas en préstamos personales, tarjetas de crédito y minicréditos contratados para cubrir gastos básicos: alquiler, comida o imprevistos sanitarios. Es decir, deudas asumidas no por mala gestión, sino por pura supervivencia.
La ansiedad económica se vuelve una constante. Y cuando se vive en estado de alerta permanente, la posibilidad de pensar en formar una familia desaparece. ¿Cómo criar a un hijo si no puedes permitirte pagar una visita médica privada? ¿Cómo traer una vida al mundo si ni siquiera puedes garantizar la tuya con cierta dignidad?
Cuando la maternidad o paternidad se convierte en un privilegio
Históricamente, tener hijos fue visto como una parte natural del ciclo vital. Hoy, muchas personas lo ven como un lujo. Es cierto que hay quienes, aun con todo en contra, deciden tenerlos. Pero cada vez más, la maternidad y la paternidad parecen estar reservadas a quienes tienen cierto colchón económico o apoyo familiar. En otras palabras: ser padre o madre ya no es solo una cuestión de deseo, sino de clase social.
El papel del sistema: ¿qué responsabilidad tiene el Estado?
Falta de políticas de apoyo real
En muchos países europeos, existen políticas activas de natalidad: ayudas económicas, permisos de maternidad y paternidad bien remunerados, acceso universal a guarderías y servicios sanitarios gratuitos. En España, aunque existen ciertos programas, la cobertura sigue siendo insuficiente para garantizar un verdadero equilibrio. Las ayudas suelen llegar tarde, ser burocráticamente complicadas o simplemente no alcanzar a cubrir lo esencial.
Además, el sistema fiscal y laboral no está pensado para proteger la estabilidad de los trabajadores jóvenes. Todo lo contrario: castiga la temporalidad, no garantiza el acceso a la vivienda y no incentiva el emprendimiento responsable.
La necesidad de soluciones estructurales
El problema no se resolverá con discursos sobre la libertad de no tener hijos, ni con campañas publicitarias que promuevan la natalidad desde el sentimentalismo. Lo que se necesita son reformas estructurales: salarios dignos, alquileres accesibles, educación gratuita de calidad, protección frente al sobreendeudamiento y seguridad jurídica para quienes intentan salir del agujero financiero.
También es fundamental visibilizar las herramientas legales existentes, como la Ley de la Segunda Oportunidad, que permite cancelar deudas y recuperar la estabilidad económica para empezar de nuevo. No es una solución milagrosa, pero sí una puerta de salida real para muchas personas que, de otro modo, seguirían atrapadas sin futuro.
Más allá del discurso, una realidad que exige respuestas
La decisión de tener o no tener hijos debería ser eso: una decisión. Pero hoy, para miles de personas, es una imposibilidad. Vivimos en una sociedad que, al tiempo que promueve la familia como ideal, no proporciona las condiciones mínimas para construirla. Lo que se presenta como libertad, a menudo es precariedad maquillada.
Es hora de mirar esta realidad sin filtros ni eufemismos. Porque si no se abordan las causas reales del problema, seguiremos perpetuando un modelo social que expulsa a sus propios jóvenes de su futuro.
Y si tú estás en una situación parecida, si sientes que la deuda y la inestabilidad han limitado tus decisiones de vida, debes saber que existen mecanismos legales para empezar de nuevo. No estás solo.
Te mando mi abrazo legal.